En EuroVet somos unos profesionales preocupados por la salud animal, hemos leído este artículo en El Confidencial y queríamos compartirlo con ustedes.

Alfredo es vallisoletano, tiene 27 años y es veterinario. Lleva ejerciendo más de cuatro años esta ‘bonita’ profesión (en su actual puesto desde hace año y medio) y ha decido hablar con nosotros para revelar el lado que nadie conoce sobre los médicos de animales. Cuando muchos imaginan el mundo que rodea este puesto, piensan en cachorritos de perro, gatitos, canarios y en la dulzura que les rodea. Pero nadie se atreve a contar las cosas tan malas por las que hay que pasar.
«Muchos niños, como cuando yo lo era, sueñan en cuidar y salvar animales. Todo es precioso cuando eres pequeño, pero lo que la mayoría no sabe es lo mal que se pasa algunas veces. Además, algunos no cumplen o no consiguen trabajar en lo que querían. Yo tengo la suerte de que sí», asegura a El Confidencial.

«Es una profesión bonita en muchos aspectos, pero nadie ve el lado malo. A veces no es como nos pensamos. Es agotador tratar con animales enfermos porque tenemos que tomar decisiones muy duras y lidiar con dueños que no atienden a razones. Verlos cuando están malos y no en plenas facultades es bastante duro, pero observar su recuperación vale la pena», asegura.

Pruebas diagnósticas

Alfredo, que trabaja en un hospital veterinario de referencia, un centro al que se derivan los casos más complicados cuando los ambulatorios a los que normalmente las personas llevan a sus mascotas no dan con lo que sucede, afirma que existen situaciones bastante difíciles. «Somos como los médicos, pero de perros, gatos y otros animales y hay que pensar que a veces se convierten en un miembro más de la familia, por lo que hay que tratarlo todo con mucha delicadeza», asevera.

«El problema viene siempre por el dinero», confiesa. Muchas enfermedades complejas que necesitan tratamientos concretos nunca llegan a tener una prueba diagnóstica concreta. «La gente no se da cuenta de que aquí no hay Seguridad Social y que hacer un escáner, una ecografía o radiografía es caro. La mayoría piensa que les quieres vaciar las cuentas haciendo análisis u otras cosas, pero no son conscientes de que si no llegamos a saber lo que realmente le pasa al animal, no podremos curarle adecuadamente. Se hacen diagnosticos probales…», explica.

«Cuando les comentas lo que cuesta y, en muchos casos, no tienen cómo pagarlo o les parece caro, debemos tomar una decisión sobre qué le pasa a la mascota sin saber realmente si es lo adecuado al 100%. Lo ponemos pensando en que será lo mejor, pero no podemos cerciorarnos sin haber hecho todas las pruebas necesarias que el cliente no puede/quiere pagar», comenta un poco indignado a este medio.

«Muchas veces nos llaman ‘ladrones’ y las pocas discusiones que suele haber con los dueños es por temas económicos. Se creen que les vas a engañar y que los análisis y diferentes pruebas son para que gasten más. Insisto que es culpa de que no estamos acostumbrados a pagar por nuestra salud y entonces lo ven raro», continúa.

Precariedad

En el caso de que el presupuesto que les den no les parezca bien o sea caro, pueden acudir a otros centros. «Esta es una de las causas de la precariedad laboral que hay en veterinaria. Muchos sitios hacen tarifas ‘low cost’ y regalan el trabajo porque el hecho de bajar el precio de esas pruebas es a costa del salario de los trabajadores. Es la pescadilla que se muerde la cola», explica.

De hecho, el pasado mayo el Pleno del Congreso rechazó una enmienda a la ley de Presupuestos Generales del Estado (PGE), impulsada por la Asociación Parlamentaria en Defensa de los Derechos de los Animales (APDDA), por la que se reclamaba una reducción del IVA veterinario, para pasar del tipo impositivo del 21% en el que se encuentra actualmente, al tipo reducido del 10%.

Como comenta Alfredo, esto encarece los servicios y a su vez hace aumentar el número de mascotas abandonadas y con ello el impacto que eso supone para las administraciones que deben hacerse cargo. «Suben los impuestos pero nuestros sueldos no. Económicamente no nos parecemos a los médicos. Todas estas particularidades de nuestra profesión hacen todo muy precario. La mayoría somos mileuristas y dando gracias», asegura.

Sentimientos

La implicación sentimental en este trabajo, tanto con el animal como con la familia, es muy fuerte. «En ciertos casos con ciertas enfermedades te acabas apegando a los dueños y las mascotas, creas vínculos y lo acabas pasando mal. Te cuesta mucho cuando llega el momento de la eutanasia. Cuando has vivido el desarrollo de una enfermedad crónica que al final sabes qué final va a tener, se convierte en una situación muy dura», comenta.

«Cada vez se eutanasia más y las familias prefieren quedarse hasta el último momento allí para despedirse», añade. «Aunque hay veterinarios que se desplazan a las casas para aplicar allí la inyección, en España la mayoría prefiere hacerlo en el centro. Solo se acude al hogar con clientes muy fieles y con mucho apego, pero eso no no se hace en cualquiera», continúa.

«Nosotros somos los que acabamos decidiendo si el animal está lo suficiente enfermo como para sacrificarlo. Hay casos en las que los dueños, por no pagar el coste de un tratamiento, dedicen que prefiere eutanasiarlo, pero si nosotros creemos que no es necesario tomar esa medida porque el perro, gato o lo que sea puede continuar perfectamente con una medicación, nos negamos a hacerlo. Es inmoral», asegura.

Muchas veces les cuesta tanto y tienen tanta implicación que sienten que son uno más de la familia: «Confieso que algunas veces me he tenido que salir fuera porque no podía contener las lágrimas»

Un último adiós

«Las despedidas siempre son lacrimógenas. Decirle adiós a un miembro más de la familia es una de las cosas más duras que vivimos. Cuando mueren en el centro, por ley deben incinerarlos, no pueden llevarse el cuerpo. Hay empresas que los recogen y realizan este trámite. Pueden hacerlo de forma colectiva que sale más barato o individual, en el que incluso hay opción de hacer un pequeño tanatorio en el que te entregan las cenizas», explica.

Enterrar a una mascota es siempre algo doloroso. Pero además, puede salir muy caro. En algunas comunidades autónomas hacerlo en el jardín puede suponer una multa bastante alta y solo se permite realizarlo en un cementerio especializado. En Madrid, por ejemplo, existe ‘El último parque’, un emplazamiento entre pinares, viñedos y veredas donde tus más fieles amigos podrán descansar en tranquilidad y un lugar donde podrás visitarlos cuando quieras.

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Fuente: El Confidencial

El lado oscuro de trabajar como veterinario

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